La búsqueda de la felicidad

Todas las personas quieren ser felices y buscan desesperadamente algo de felicidad. La pregunta que se hacen es: “¿Dónde encontrar verdadera felicidad?”. Es por esta razón que muchos gastan grandes sumas de dinero en conocer nuevos sitios turísticos, en recorrer nuevas rutas, pensando encontrar en algún nuevo lugar la clave de la felicidad. Los cristianos sabemos que no es en un lugar donde está la felicidad, sino en una persona, ese es Jesucristo el Hijo de Dios.

Jesús ubicó el centro de la felicidad en el interior de las personas y no afuera de ellas. La Biblia enseña cuál es la condición para que la felicidad sea una realidad.

CREER: Jesús invitó a las personas: “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” y la forma de
hacerlo es creyendo en él, por eso hizo la siguiente aclaración: “El que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva”. La felicidad es una cuestión de fe en Jesús, pero este es el primer paso, porque el segundo es:

CRECER: Si queremos vivir vidas felices debemos crecer en conocer la gracia de Dios para nosotros. Así dice el apóstol Pedro: “Antes bien creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2ª Pedro 3:18). Crecer es conocer un poco más lo bueno que es Dios con nosotros y disfrutar su buena disposición para nuestras vidas. Hay cristianos que viven pensando que deben ganarse o merecer el favor de Dios y siempre están sufriendo porque sienten que no alcanzan a vivir como Dios espera de
ellos. De esta manera viven sin la gracia de Dios. No disfrutan porque se sienten en deuda. Pero si crecieran un poquito en la gracia, empezarían a ser un poquito más felices.

Aún falta un tercer paso:

PERMANECER: La vida cristiana no se puede disfrutar verdaderamente si no se vive en estrecha relación de armonía con Dios, a esto la Biblia lo llama comunión. Jesús lo definió en Juan 15 como “permanecer en él”.

“Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor” (Juan 15:9). Una persona que se sabe amada es feliz. Esto es lo que Jesús esperaba de sus seguidores, que pudieran vivir en comunión con él. El amor de Jesús por sus seguidores es lo que les daría verdadera felicidad.

Reflexión: Si tenemos a Jesucristo en nuestro corazón ya no buscamos más, ahora disfrutamos la felicidad que él puso dentro nuestro.

Para meditar: “Les digo todo esto para que sean felices como yo” Juan 15:11 (Versión Lenguaje Actual).

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